Entrevista al GM Julio Granda
Por Daniel Perchman
“Cuando falleció (Fischer) yo estaba en España. Alguien me dio la noticia y no pude contener las lágrimas. Dos veces estuve llorando como un niño, como si hubiera sido un pariente cercano”
Tenía apenas cinco años cuando su padre trajo un pequeño juego de ajedrez a su casa en el campo de Camaná. De inmediato mostró una capacidad prodigiosa para el juego. No sabía aun leer ni escribir, y el ajedrez fue para él un idioma natural. Hacía las jugadas correctas casi sin proponérselo.
Él quería trabajar en el campo, junto a sus hermanos varones. Sentía que ese era su hábitat. Pero no lo dejaban. Lo mandaban a que siguiera descansando. Había que aprovechar su talento. A los seis, casi sin llegar al tablero, era el mejor de Camaná. Las noticias comenzaron hablar del pequeño genio.
Pasaron los años y los logros se acumularon. A los nueve años jugaba la final del campeonato Nacional de Perú, con apenas trece fue campeón mundial infantil y con diecisiete campeón panamericano juvenil. Los triunfos, títulos y hazañas no pararon de llegar
Dicen las leyendas urbanas que solo leyó un libro de ajedrez en toda su vida. Uno de los tomos de “Tratados generales de ajedrez” de Roberto Grau, que recibió de regalo alguna vez de un maestro argentino. Confiesa que se puso a estudiar ya de grande, cuando pasó su mejor momento, para dar clases con la rigurosidad debida.
Hablamos de los múltiples campeones del mundo que enfrentó. Del talento y el esfuerzo. De sus inicios y su actualidad. De su pasión por el fútbol. De sus partidas favoritas. De sus miedos y sus logros. Como si una taza de café o un vaso de pisco estuviesen servidos en la mesa. Hablamos de todo, sin prisa, como solo ocurre en el campo.
La tecnología me permitió visitarlo en su Camaná natal. De donde su talento para este juego maravilloso lo arrebató y, vaya paradoja, lo devolvió años más tarde. Julio Granda siempre hace la mejor jugada, casi sin proponérselo. Sin embargo, mucho tiempo después, sigue preguntándose lo mismo. ¿Por qué su padre no lo dejaba trabajar al rayo del sol junto a sus hermanos? Él está seguro, que ahí estaba la felicidad.
- ¿Qué recuerdos tienes de tu infancia?
Tengo bonitos recuerdos de mi infancia, inevitablemente vinculados al campo. Aunque el ajedrez rápidamente tomó protagonismo, pues aprendí a jugarlo cuando tenía cinco años. El hecho de haberme criado en el campo me ha marcado mucho, de hecho en estos momentos estoy aquí, en Canamá.
Tengo sentimientos encontrados, porque el ajedrez por un lado me alejó de mi lugar en el mundo y por otro lado me dio la posibilidad de volver acá. Cuando yo empecé a destacar a nivel nacional e incluso regional comencé a viajar mucho. Tuve que dejar mi país durante diez años cuando viví en España. Y yo quería participar junto a mis dos hermanos de las tareas de acá y no me dejaban. Me decían que siga durmiendo.
En conclusión, el único trabajo manual que me gusta, son las tareas del campo. Puedo estar todo el día al sol trabajando sin problemas. Y sin embargo, nunca desarrollé una pasión por el estudio del ajedrez. Obviamente siempre me gustó analizar y competir, pero no estudiar en profundidad.
- ¿Cuál fue el primer contacto que tuviste con el ajedrez? Tu primer juego, tu primera partida oficial, lo que vayas recordando.
Mi padre compró un tablerito pequeño y consideraba que yo no estaba apto para jugarlo, porque no sabía leer ni escribir. Me llamó bastante la atención, comencé a jugar con mis hermanos y ahí empezó la historia.
Creo que el primer juego propio lo compré recién con más de cuarenta años. Yo estaba en España y tenía intención de dar clases y hacer algún anuncio publicitario. Necesitaba un tablero medianamente bonito y por eso es que lo compré.
Mi primera partida oficial debe haber sido en cuando tenía siete años. En el año 1973, con seis años, clasifiqué para representar a Camaná, aquí en Arequipa. Sin embargo, no me dejaron participar porque era muy pequeño. Entonces ahí salió una primera nota que decía: “Niño campesino asombra en ajedrez”. Esto sirvió para que un dirigente de Arequipa se contactara con mi padre para que fuera a jugar todos los fines de semana, con el ánimo de adquirir la primera categoría.
Esto me permitió después de dos años, clasificar al campeonato absoluto de ajedrez con nueve años.
- Siempre me he preguntado cuánto influye el talento natural y cuánto el esfuerzo, en el arte, el deporte o cualquier disciplina.
Si le pregunto al gran Oscar Panno o al maestro uruguayo Andrés Rodríguez sobre talento, de inmediato nombran a Granda. ¿Qué me puedes decir sobre esto?
Sí, yo tarde aprendí, o entendí mejor dicho, que en cualquier actividad si uno tiene un talento y no se trabaja de manera consecuente para potenciar ese talento, es muy difícil obtener resultados importantes y sostenidos.
En mi caso, como aprendí de muy pequeño, de una manera natural y obtenía logros no hice mayor esfuerzo. Por cierta lógica si me hubiera dedicado de una manera más seria probablemente hubiera obtenido mejores resultados. Eso es siempre relativo, también el hecho de no prepararme me permitía jugar sin mayor presión, eso habría que sopesarlo muy bien.
La gente me relaciona con un talento especial. No voy a pecar de falsa modestia, yo creo que lo tengo. El ajedrez para mí siempre ha sido algo muy natural, por eso es que ni se me planteó estudiarlo, me resultaba fácil.
Ahora que estoy dedicándome a la enseñanza, lo estoy abordando de otra manera y lo estoy estudiando. Pero claro, ya pasó mi mejor momento. Hay que tomarlo como ironías de la vida.
- ¿Cuándo supiste que te ibas a dedicar al ajedrez como una forma de vida?
En realidad nunca quise dedicarme al ajedrez. A los seis años viajaba solo de Canamá a Arequipa todos los fines de semana. A los doce años comencé a viajar al extranjero. A los dieciséis recuerdo que fui a Europa a jugar un campeonato mundial juvenil, y luego me quedé varios meses en España. En ese entonces, las condiciones para el ajedrecista profesional eran mucho mejores que las de ahora.
Recién ahora veo que para dar clases de relativa calidad, tienes que estar imbuido de información y ver el ajedrez desde otro ángulo.
- ¿Contra qué campeones mundiales has jugado? Dime en un recuerdo de cada uno, en lo personal y ajedrecístico.
He jugado con varios campeones mundiales. Debo hacer un poco de esfuerzo con la memoria.
Vamos a empezar con el “mago” de Riga. Jugué dos veces contra Tal, una de blancas y una de negras, curiosamente ambas en Argentina. La primera en Río Hondo, una “Francesa” que me arrasó. La segunda fue en Buenos Aires. Yo tenía con blancas una posición razonable. En un momento pensaba que estaba bien y apareció esa famosa llama. La terrible mirada de Tal, esos ojos negros penetrantes me miraron y supe que algo estaba pasando. Efectivamente, dos jugadas después estaba perdido.
Con Smyslov fueron unas tablas anodinas. Él era un jugador ya veterano. Se notaba una persona muy educada, de gestos exquisitos, así que hubiera sido casi un sacrilegio rechazarle las tablas.
Con Spassky creo haber jugado también alguna partida. También otro jugador “tablífero”. Tuve la ocasión de alternar un poco con él, era bastante divertido. Es una pena que el paso de los años haya hecho mella en él. Creo que está en silla de ruedas. Una persona bastante curiosa Spassky.
Con Kasparov fue una sola partida en Dubái, en la Olimpíada. Yo recién era Gran Maestro, creo que no estaba preparado ni técnica ni psicológicamente para enfrentar un jugador de ese nivel. Sobre todo con lo histriónico que era él. En un momento perdí el rumbo, por sus jugadas pero también por sus gestos y sus miradas. No pensaba que un campeón podía hacer eso. Él se había acostumbrado así y yo no estaba preparado. Comentó despectivamente algo así como: “Estos grandes maestros de ahora”. Tenía razón porque había hecho una partida muy mala.
Años después, cuando él ya estaba retirado, en la Copa del Mundo del 2013 en Tromso yo hice una buena copa del mundial. Eliminé a Melkumyan, Peter Leko y Anish Giri y sus comentarios fueron esta vez positivos.
Que un campeón mundial hable bien de uno, al menos de una partida, es una satisfacción.
Con Anand somos más o menos contemporáneos. La primera partida que jugamos fue en el mundial de 1986 en Noruega. Era un Anand muy joven, ya se le notaba un enorme talento. Yo llevaba las piezas negras de una “Siciliana” y tuve opciones, dominaba el juego y la verdad es que lamenté haber hecho tablas. Sin saber que años después se iba a transformar en una leyenda del ajedrez.
Con Topalov hay una relación bastante amistosa. Yo estuve viviendo diez años en España, en Salamanca, y él aún vive ahí. La primera vez que jugamos fue en un torneo en Forli, Italia, en el año 1988. Yo con negras tenía una ventaja importante y la dejé escapar. Entonces tuve que hacer mucho esfuerzo para ganarle. Se le notaba tremendo talento y resistencia. Estaba García Palermo y me comentó: “Che, le ganaste dos veces”. Y Tenía Razón.
Con todo respeto no voy a hablar mucho de los campeones de la F.I.D.E porque sin quitarles mérito, creo que no han alcanzado el nivel de los grandes campeones de la historia.
Me hubiera gustado coincidir con Fischer alguna vez, pero no tuve esa posibilidad. Mi padre tenía una gran admiración y yo crecí con esa estela de Bobby Fischer. Tanto es así que, cuando falleció yo estaba en España. Alguien me dio la noticia y no pude contener las lágrimas. Dos veces estuve llorando como un niño, como si hubiera sido un pariente cercano.
Con Karpov me pasó algo curioso. Era aún muy fuerte, creo que era número dos del mundo. Jugamos en Madrid, yo pensé en un momento de la partida que me iba a hacer una jugada, y me la hizo, por supuesto. Me desarmó la posición y me ganó claramente.
Años después, enfrenté a un Karpov ya avejentado. Se apuraba en casi todas las partidas. Tan es así, que alguien comentó: “Este hombre se olvidó de jugar al ajedrez”. Quedó último y perdió casi todas las partidas. Curiosamente yo lamenté hacer tablas con él. Hubiera sido una enorme satisfacción empatar con piezas negras contra Karpov en su mejor momento. Era una apisonadora y amedrentaba mucho.
En el 2018 coincidimos en Salamanca cuando se cumplía el aniversario de la Universidad. Una partida muy floja, donde él tenía ventaja decisiva, se relajó y entramos en un final de peones donde no podía controlar mi peón “a”. Casi no me da la mano, después reaccionó y volvió a darme la mano.
Nunca tuve la ocasión de coincidir con Botvinnik.
Con Carlsen jugué dos veces. Ambas con negras. Él me jugó peón rey. Creo que una cualidad que tiene él es saber aquello que le incomoda más al rival. No salí bien de la apertura y me ganó en ambas con bastante solvencia. Tenemos una afición común que es el fútbol. Hemos coincidido varias veces jugando fútbol. Y, para mí, enterarme indirectamente que él reconoce mis cualidades futbolísticas es muy importante (risas).
- ¿Cómo harías tu jugador ideal de la historia, tomando la fortaleza de diferentes jugadores en cada faceta del juego?
Creo que aprovechando su situación privilegiada, sin quitarle méritos, Kasparov tenía tal preparación en su momento que lo elegiría a él para jugar la apertura. El ganaba muchas veces con su preparación. Por supuesto que no se discute su nivel en todas las facetas del juego.
En el medio juego me gustaría Tal. He visto muchas partidas de él. Si bien algunos sacrificios no eran del todo correctos, tenía un gran nivel para darse cuenta donde estaba la dinámica, se anticipó a su época.
Creo que hay que hacerle un homenaje a nuestro campeón latino Capablanca. Tenía una enorme capacidad para interpretar cuando cambiar piezas y llegar a un final favorable. Me quedo con Capablanca en el final.
Desde el punto de vista anímico voy a recurrir a Andrés Rodríguez (risas). Porque Andrés tiene un optimismo a prueba de balas. El defiende sus posiciones, aún perdido. Esa fe que tiene Andrés la he podido comprobar varias veces.
- Dos partidas tuyas con las que enseñarías ajedrez. Una táctica y una posicional en lo posible.
No recuerdo una partida táctica que me convenza. Voy a citar una partida llena de ideas, con mucha dinámica. En el 2017 jugué una muy linda partida contra Giri en la Bundesliga. Voy a elegir esa partida.
Posicionalmente voy a elegir una que le gané a Lembit Oll. Una partida muy interesante, muy bien llevada, con una jugada muy bonita que le hice.
- Menciona dos partidas en la historia del ajedrez por su belleza.
Creo que la de Fischer contra Byrne en una defensa “Grunfeld” hay que ponerla en un pedestal.
Luego hay una que me impresionó mucho, en la que Carlsen le gana a Ivanchuk. Al final Ivanchuk tiene que sacrificar la dama. Pero la dama de Carlsen es tan potente que destroza la posición de Ivanchuk. Apenas Carlsen obtiene la iniciativa se desata una tormenta, jugada tras jugada. Una gran partida.
- Un torneo que disfrutaste, una ciudad que quieras siempre volver, un lugar para vivir.
Disfruté mucho un Open que se hizo en el año 1986 en Matalascañas, en la provincia de Hueva, España. Fue un torneo muy bonito. Además de haberlo ganado, se jugaba en un hotel muy lindo frente a la playa, había un ambiente intenso y es un recuerdo que perdura.
Con tantas idas y venidas, una ciudad que siempre quiera volver: me gustan aquellas que tienen mar y montañas. Me voy a quedar con la ciudad de Santander, al norte de España.
Voy a ser fiel a mi tierra. Estoy muy contento aquí en Canamá. Es el lugar donde espero pasar el resto de mi vida.
- Cinco Personalidades relevantes que hayas conocido gracias al ajedrez.
No sé si llego a tantas, a veces uno no recuerda muy bien.
Voy a citar a don Fernando Belaúnde, que fuera presidente de Perú en 1980. Cuando gané el mundial infantil en México tuvo el detalle de invitarme al palacio de gobierno.
Me parece que fue el año 1992, que conocí al gran ciclista Miguel Induráin, en Pamplona. Fue un gusto conocerlo.
Hace años ya, conocí a quien fuera presidente de Venezuela Luis Herrera Campins.
También conocí al ex presidente argentino Carlos Menem.
Voy a mencionar a un cocinero peruano: Gastón Acurio. Ha hecho mucho no solo por la cocina peruana, si no por nuestro país.
- Si después del confinamiento se arma un fútbol cinco de ajedrecistas. ¿Quiénes son los otros cuatro jugadores que completarían tu equipo? Por atributos futbolísticos, digo.
Más que los atributos futbolísticos, que hay que tenerlos, valoro mucho la amistad, el entusiasmo y la afición. Así que pondría al Gran Maestro argentino Diego Flores que siempre tiene una gran afición por el fútbol; Rafael Leitao, un amigo de Brasil al que estimo mucho; Iván Salgado de España, a pesar de que hace mucho que no veo, un gran futbolero.
Finalmente pondría a un muchacho colombiano Martín Martínez Romero; hemos jugado con él partidos memorables en España, hay gratos recuerdos.
- Ahora enfoquémonos al terreno de la amistad. ¿Cómo se forma una mesa de cuatro amigos de Granda?
La verdad es que viví en Salamanca diez años y tengo un amigo que ahora está en Colombia, el Maestro Internacional Javier Sanz. Fue campeón de España en 1973.
Aprecio mucho a Vaselin Topalov que sigue viviendo en Salamanca.
Estaría en la mesa el M.I. peruano Juan Reyes, que vive en Madrid.
Finalmente pondría a un amigo de aquí de Canamá, Andrés Quispe, es un carpintero con muchas inquietudes.
- ¿Qué tres cosas no te pueden faltar en tiempos de cuarentena?
La verdad que la estoy llevando bastante bien. Aquí en mi casa con una huerta y bastante espacio. Pero creo que la música siempre es algo importante. Tengo que tener música.
Libros interesantes para leer. Creo que el ajedrez también. Aunque ahora no es necesario un tablero. Alcanza con tener conexión a internet.
- Un escritor y un libro que hayas disfrutado especialmente.
De muy jovencito leí “Cien años de Soledad” y lo he releído dos o tres veces más. Es un libro que me sigue impactando. García Márquez tiene un estilo que lo hace muy especial, al margen de haber ganado el premio Nobel.
- Una película que te haya marcado.
No sé si me ha marcado, porque no soy muy cinéfilo. Pero hace años vi una película que me gustó y siempre recuerdo. Se llama “El hombre que pudo reinar”.
- Una pintura universal que te haya emocionado
Quizás por haber leído su biografía, me impactó y sentí una emoción especial en el Museo del Prado frente a “Las meninas”, de Velázquez.
- ¿A qué le teme Julio Granda?
Temo no poder superar errores que cometo y tengo arraigados. Cuesta cuando uno tiene un pensamiento enfocado a lo lógico y lo correcto. En la vida, a veces no lo puedes demostrar.
- ¿Una persona a la que admires?
No voy a poner a alguien especial. Sí hay muchos detalles y gestos de las personas que emocionan. Guardo mucha gratitud y cariño por mucha gente por supuesto. Pero no alguien a quien admire.
- Si pudieras ir a un momento preciso en tu vida. ¿Qué momento sería el elegido?
Creo que elegiría mi infancia, estar al lado de mi madre. Ella falleció cuando yo tenía diecisiete años y a veces me pregunto por qué cuando estaba con vida uno no tuvo mejores detalles, con alguien tan importante. Elegiría ese momento.
- ¿Cómo definirías el ajedrez?
El ajedrez es una especie de ensayo de la verdad. Las variantes son tan amplias que uno trata de encontrar la mejor jugada y el error siempre está presente. Pero esa búsqueda de la verdad es algo muy positivo para el pensamiento y que el ajedrez nos enseña definitivamente.